Aprender a nadar: mientras más pronto, mejor

Por Alejandra de Santis *

Desafortunadamente, Florida ostenta un record poco deseable ya que es el segundo estado (después de California) donde se registran más muertes por ahogamiento en el país, en niños menores de cinco años. Y como si esto fuera poco, de los 67 condados existentes a nivel local, Broward encabeza la lista como aquel donde ocurren más accidentes de esta naturaleza. Es que tal como señala Ayde Molina, de Swim Central, “hay miles de piscinas, playas, canales, lagos y otros afluentes de agua en Florida”, que pueden convertirse en potenciales zonas de riesgo. De hecho, según comenta, “sólo en el 2012, en Broward, se ahogaron siete niños y dos niñas menores de cinco años. De estos, seis accidentes ocurrieron en piscinas, uno en un lago, uno en un canal y también uno en una bañera”.

Por eso, es fundamental que los padres se preocupen de que sus hijos aprendan a nadar, incluso antes de que aprendan a caminar, ya que eso puede marcar una gran diferencia al momento de ocurrir un contratiempo en el agua. Nicole Leno, instructora y directora del programa Safe Start de YMCA de Broward, opina que “los accidentes acuáticos pueden ocurrir aún cuando uno o los dos padres estén presentes”, por lo que recomienda inscribir a los pequeños en clases de natación lo más tempranamente posible. Aunque parezca increíble, Leno cuenta que las clases que ella misma imparte son para bebés de 6 meses en adelante, pues “a partir de esa edad ya se pueden enseñar ciertas técnicas, como aguantar la respiración y flotar de espalda, que le permitirían a un bebé sobrevivir en el caso de alguna emergencia. Y es que mientras antes pueda llevar a su hijo a la piscina, mejor”, sostiene.

Una de las instructoras enseñando en Swim Central

Otro punto importante que destaca la instructora es que, en la medida de lo posible, los papás inscriban a sus hijos en cursos ofrecidos por profesionales, ya que cuando son ellos los que deciden convertirse en profesores, generalmente el aprendizaje se vuelve más complicado y lento. “Los padres tienden a no ser exitosos en este ámbito porque ellos se rinden al ver a su hijo llorar”, comenta.

Una vez inscritos, Leno es enfática al aclarar que si los más pequeñitos se resisten a acudir a la clase, es deber de sus progenitores obligarlos y llevarlos, con o sin consentimiento, pues “es preferible aguantar un poco de llanto, que tener que lamentar un incidente posterior”. Además, según explica, “generalmente, los niños no le tienen temor al agua, sino más bien a lo desconocido. Hay que pensar que ellos se ponen ansiosos porque no conocen al instructor ni a veces tampoco el lugar” dice mientras agrega que ahí es cuando la confianza resulta clave para conseguir el éxito. “Una vez que el niño conoce al profesor y entiende que estará a salvo con él, seguro que comenzará a disfrutar las clases”, concluye.

Niños hispanos entre los más vulnerables

Clases para bebés.