Eso no fue lo que yo dije. No, pero fue lo que escribió.

Por Elizabeth Guía Magallanes

Couple with real-estate agent in officeUno de los grandes grupos informáticos de los Estados Unidos terminó gastando tres millones de dólares en un trabajo por el que cobrarían solamente ochocientos mil. ¿La razón? Ambigüedades en el contrato que le permitieron a su cliente en un país latinoamericano, imponerse legalmente a la hora de exigir más, mucho más, de lo acordado originalmente.

El inglés es un idioma excepcionalmente preciso. En pocas palabras se puede transmitir una idea con exactitud. El español en cambio, no es que carezca de un grado similar de precisión pero para llegar a ella, hay que extenderse más. Compare usted el “Sincerely” al final de una carta, con el “Quedo de usted, atentamente” o, más solemne aún, “Agradezco la atención prestada a la presente, y me despido de Usted reiterándole mi más distinguida consideración”. No sólo el primero es más breve, también implica un compromiso, la sinceridad, en tanto que el segundo, no por largo deja de representar una simple cortesía.

Alguna vez oí que para decir lo mismo, el español requería de un cincuenta por ciento más de palabras que el inglés. Pareciera una exageración pero cuando se trata de contratos vale la pena tomarlo en cuenta. Los abogados lo saben, por ello se nos hace tan difícil comprender “la letra pequeña” de documentos de carácter legal u oficial. El mismo inglés ahí se expande para cubrir cada vericueto legal o duda posible y proteger así a las partes involucradas. Lo mismo ocurre en los documentos generados en otros idiomas. El asunto se complica cuando se trata de traducir uno de esos documentos de un idioma al otro. Ese fue el problema que enfrentó la compañía mencionada arriba y que sin duda habrán experimentado muchas otras empresas que venden sus servicios en el extranjero.

A nivel personal, recuerdo que en un examen de marketing (hace unos cuantos años, en una universidad en este país), el profesor preguntó qué eran los Life Savers. Una de las cinco respuestas opcionales correspondía a los flotadores que conocemos como “salvavidas” (traducción literal de life savers) y quienes escogieron esa respuesta en vez de la correspondiente a los caramelos que llevan el mismo nombre, la tuvieron incorrecta. El profesor pretendía destacar cómo el significado de algunas palabras había sido sustituido por el de un producto y viceversa (por ejemplo, coke y zigzag o velcro y jacuzzi), pero no tomó en cuenta que en su clase había estudiantes extranjeros que no conocían a los famosos caramelos con forma de salvavidas. Imaginemos por un momento que en vez de un profesor, se hubiese tratado de un empresario vendiendo los caramelos y dando por sentado que su cliente (uno de aquellos alumnos, por ejemplo) sabría de lo que él estaba hablando. Imaginemos la cara del cliente, en un lejano país en otro continente, recibiendo y abriendo caja tras caja llena de caramelos en lugar de flotadores. Estoy segura de que esa posibilidad nunca se le ocurrió a aquel profesor.

En materia de mercadeo, hay numerosos casos en que grandes corporaciones generaron rechazo o burla al intentar posicionarse en el extranjero, por errores de traducción en sus campañas publicitarias. Uno muy conocido en el medio fue el de la línea aérea Braniff (activa hasta 1982) que tradujo su eslogan “Fly in leather” como “Vuele en cuero” lo que en algunos países se interpretó como “Viaje desnudo”, cuando lo que la empresa pretendía era invitar a la gente a viajar en asientos de cuero. En forma similar, el banco HSBC tuvo que gastar millones de dólares para corregir el error cometido al traducir su eslogan “Assume nothing”  como “No haga nada”. Y cuando General Motors introdujo el Chevy Nova en Latinoamérica, nadie pensó que en algunos países, “nova” se iba a interpretar como “no va”.

La lista de estos costosos desaciertos es larga y continuará extendiéndose en la medida en que al realizar traducciones, las empresas–y sus ejecutivos- no se tomen el tiempo necesario para incorporar las sutilezas de cada cultura y cada idioma tanto en sus campañas publicitarias como en sus contratos y acuerdos.

About Elizabeth Guia Magallanes

Elizabeth Guia Magallanes
Es ingeniero y planificadora financiera de profesión y escritora de vocación. Ha publicado poesía, narrativa, artículos en revistas y periódicos, y colaborado como libretista en proyectos para la televisión hispana.

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