Por Elizabeth Guía Magallanes
La humildad es sin duda una gran virtud, pero puede rayar en lo insólito, como en el caso de Miguel de Cervantes y Saavedra que pidió excusas a sus lectores al publicar su famosa novela “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”, el libro más editado y traducido de la lengua española. Lo que sigue es un extracto del prólogo:
“Desocupado lector: sin juramento me podrás creer que quisiera que este libro, como hijo de mi entendimiento, fuera el más hermoso, el más gallardo y más discreto que pudiera imaginarse… Pero… ¿qué podía engendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío?
Obviamente, el renombrado autor se equivocó al predecir que lo que le había tomado muchos años crear “en el silencio del olvido”, no llegaría a ser más que una “leyenda seca como un esparto…”. Él no podía imaginar que su obra iba a deleitar a cientos de millones de lectores a lo largo de sus cuatrocientos años de existencia.
La vida de Cervantes no fue fácil. De joven, fue tímido y tartamudo. Su familia sufrió todo tipo de penurias económicas e humillaciones, su padre fue encarcelado por deudas y él mismo fue hecho prisionero en Argel donde vivió cautivo por cinco años, siendo torturado por haber intentado fugarse. Perdió la movilidad de la mano izquierda en la batalla de Lepanto y a pesar del éxito que obtuvo con la publicación del Quijote, nunca logró una verdadera tranquilidad económica.
Pero ninguna de esas dificultades le impidió crear una de las obras más famosas en la historia de la humanidad, referencia obligada no sólo en el campo literario, sino también en los de la sociología y psicología, por la panorámica que da de la sociedad española en su transición del siglo XVI al XVII, así como por la tipología de sus personajes que siendo tan opuestos –Don Quijote idealista, Sancho Panza mundano-, se complementan de manera fabulosa. La obra está llena de humor, siendo al mismo tiempo un canto a la libertad y a los valores humanos del honor, la lealtad y la valiente defensa de los ideales.
Sus primeros párrafos son ultrafamosos. De ellos extraigo el siguiente texto, aclarando por si hace falta, que hidalgo era un miembro de los estratos inferiores de la nobleza española, adarga un tipo de escudo y rocín un caballo ordinario de baja altura.
“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor… Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años; era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza… Los ratos que estaba ocioso, que eran los más del año, se daba a leer libros de caballerías, con tanta afición y gusto, que olvidó casi de punto el ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda… Se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el cerebro, de manera que vino a perder el juicio.”
He ahí la explicación de cómo don Quijote enloqueció y se lanzó a sus aventuras, incluyendo su conocida lucha contra los molinos de viento que hoy por hoy significa perseguir a toda costa aquello que parece imposible.
Como muchos clásicos de la literatura, el Quijote está entre los libros de dominio público lo que significa que se puede descargar de internet gratuitamente. Quienes lo hagan podrán ir leyendo según su disponibilidad de tiempo. Seguramente reirán y se inspirarán con las aventuras del excéntrico don Quijote, pero además encontrarán allí la esencia del castellano, el idioma de Cervantes que es también nuestro propio idioma.