Tiene 22 años y es bogotana. Fue su padre, el ciclista Jorge Ramírez, quien le regaló una raqueta a los 12 años y desde allí Lizeth Ramírez no la suelta. Se trata de una joven deportista que se destaca por su entrega de corazón al juego.
“Lo mejor de ella es su dedicación y trabajo”, dice Gabriel Matteazzi, quien la entrena técnicamente en las canchas de Eagle Trace, en Coral Springs, Broward.
Hace poco Lizeth estuvo compitiendo en el Circuito Femenino Head/First Federal Women’s 10.000, que se lleva a cabo en Carolina del Sur y aunque no llegó a las finales, la tenista tiene muchas expectativas de seguir adelante en su carrera, representado a su país natal.
“Los jugadores de América Latina tienen mucha hambre y deseo de conseguir los triunfos, de alcanzar éxitos. Hacer bien lo que hacen es su mayor amor”, enfatiza el argentino Matteazzi.
El no haber llegado a la final no la descorazona. “Siempre estoy motivada para mejorar”, afirma la joven colombiana. “Mi sueño es llegar al ranking de los 100 primeros del mundo”, añade.
De contextura más bien pequeña, Lizeth busca perfeccionar su juego. “No tiene una envergadura muy grande y por naturaleza se puede mover muy rápido”, dice Matteazzi.
Lizeth aprendió en la Academia Colombiana de Tenis, a donde iba después de la escuela. Hoy en día entrena unas cinco horas diarias, mientras estudia la carrera de sicología por internet.
“Técnicamente (Lizeth) tenía una base muy buena”, explica Matteazzi.“Estando aquí tiene posibilidades de mejorar. Estamos buscando que tenga un juego más moderno y eficiente, comenzando por cambiar su derecho (forehand) que es el más versátil de todos los tiros”, acota.
Lo importante, de acuerdo al entrenador, es que tome la iniciativa. “Hoy (el juego ha cambiado) hay que ser más agresivos, ya no se puede seguir pensando que las cosas vengan a ti”, asevera.
Quienes han visto jugar a la joven dicen que tiene mucho corazón al jugar y puede localizar la pelota con facilidad. Pero es su trabajo arduo el que hará que Ramírez cumpla sus metas.
“El tenis es el sueño que Dios me ha puesto desde que empecé”, expresa con fe la joven.
Como consejo, les dice a las niñas y jóvenes que persistan si tienen un sueño y le pongan ganas al deporte. “El deporte nos cambia la vida, nos enseña a ser disciplinados y nos da muchos valores. Si se lo pone en manos de Dios, él pone a las personas que nos van a ayudar”, dice Lizeth. La menor de tres hermanos, le da gracias a su familia.
“Tengo el apoyo de una familia increíble. Ellos me han levantado cuando me he cansado”, finaliza.