Fue fácil reconocer a Lisa Dugan en medio de la gente congregada en la reciente inauguración del centro Vida en Libertad (Life of Freedom Center, LoF) en Miami. Era una tarde húmeda y el centro estaba lleno de personas que venían a apoyar la labor de Jorge Veitia, el director, y a su equipo. Veitia es el creador de este primer espacio en la ciudad para que las víctimas rescatadas del tráfico sexual puedan recibir tutoría y capacitación para reinsertarse productivamente en la sociedad. El centro operará con los programas de Fields of Hope, FOH, (Campos de esperanza), parte del ministerio On Eagles Wings de Carolina del Norte.
Una estación de televisión local estaba entrevistando a Lisa, que vestía un elegante vestido negro. Se veía radiante, como su sonrisa. Nadie pudiera decir que está hermosa rubia fuera alguna vez forzada a prostituirse en las paradas de camiones, o que vivió atada a las drogas por mucho tiempo. Mucha gente cree que el tráfico sexual solo se origina en el exterior, pero su caso es el fiel reflejo de lo que sucede en nuestras mismas ciudades.
Aquella noche la encargada de inaugurar el Centro fue la esposa del senador Marco Rubio, Jeannette. Dugan, quien ahora es mentora en FOH, también intervino para contar su experiencia. Estaba emocionada y nerviosa a la vez. “No estoy acostumbrada a esta clase de atención”, dice quien fuera víctima del tráfico sexual.
No es fácil contar la historia de Lisa, sobre todo si se tienen hijos, pues lo que le pasó, hubiera podido ocurrirle a cualquiera. No se trata de una chica sin padres, o de escasos recursos. Lisa viene de una familia acomodada, rodeada del amor de su padre, un director de escuela, su madre y hermano. Vivía en un lindo barrio, su casa era la más grande de todas.
“A los cinco años, mientras andaba en bicicleta cerca de mi casa, fui violada por dos vecinos”, cuenta. Ellos la amenazaron con matar a su madre si decía algo, así que no lo hizo. “Ese día mi madre estaba en casa, pero me dejó al cuidado de mi hermano mayor, que por lo visto no hizo un buen trabajo”, recuerda.
A pesar que sus padres le dieron todo y la mimaron, Lisa creció con esa llaga en el alma y a los 13 empezó a rebelarse. “Sentía un odio profundo hacia mi madre porque no hizo nada para protegerme”, asevera. “A pesar que tuve éxito en los deportes mientras estuve en la secundaria, crecí con muy baja autoestima”, añade.
A los 19 o 20 años se quedó sola en casa pues sus padres se fueron de vacaciones y en una gasolinera conoció a un hombre que empezó a cortejarla. “El me llenó de atenciones. Fueron tres semanas donde me di la gran vida; tenía un carro costoso”, cuenta Dugan. “Yo me dije: ‘esto es vida, yo quiero esto’, recuerda.
El hombre era un ‘chulo’ (hombre que vive de las ganancias de las prostitutas que controla o protege) que estaba reclutándola y le dijo que se iba a Chicago pero que si quería esa vida, tenía que seguirlo y “trabajar” por ella. Lisa cayó en la manipulación y nunca se imaginó que el trabajo era la prostitución. Cuando quiso escapar, fue tarde. “El me dio heroína, y no me gustó, pero cuando quise escaparme me golpeó y me dijo que si llamaba a mis padres les diría que era una prostituta. Yo no quería que ellos pasen ese dolor, así es que no los llamé”, cuenta Lisa.
Ese fue el comienzo de una serie de horrores que sufrió a manos de ese hombre que llegó a ponerle una pistola en la cabeza, apuñalarla y obligarla a trabajar en las estaciones de camiones, sin contar con que fue violada por varios hombres a la vez. “En un punto me empecé a acostumbrarme a esa vida, pero un día, en Indiana, vi un patrullero, me lancé del carro y corrí hacia el policía. Mi “pimp’ (chulo) venía detrás sonriente y me di cuenta que el policía no iba a hacer nada. El parecía tener conexiones con todo el mundo”, manifiesta la sobreviviente.
Para entonces, Lisa era ya una adicta al crack y a la heroína. Al final su controlador fue arrestado, pero el daño ya estaba hecho. Lisa entró en una serie de relaciones peligrosas con vendedores de drogas, que reemplazaron al hombre. Estuvo encarcelada varias veces. “Yo sentía que eran mis héroes solo porque no me pegaban, pero lo único que querían era que les comprara droga y fue muy difícil para mi salir de ellas pues ellos me la daban”, señala Lisa. Entre los 26 y 37 años trató de salir de las drogas yendo a reuniones de rehabilitación e incluso llegó a trabajar y ascender en su empleo, pero cometió un error y salió embarazada de su primer hijo. “El Servicio de Niños y Familias me quitó mi hijo, por mi situación y antecedentes, y mi madre lo tuvo que adoptar. No tenía ambiciones ni esperanza y volví a la prostitución”, dice con tristeza.
Una red de ayuda necesaria
Pero un rayo de luz alumbró su camino, cuando el pastor del ministerio cristiano “Teen Challenge” (Desafío juvenil) la alcanzó en las calles y conoció el amor de Jesucristo. “Se veían tan felices y habían estado en mis mismos zapatos”, cuenta. Lisa completó el programa y su vida fue transformada por completo. Sin embargo cuando salió, pensó “y ahora qué hago, he quemado tantos puentes” y cometió el error de regresar al mismo lugar de donde había salido. A pesar de incluso congregarse en una iglesia, Lisa no tomaba las decisiones correctas y salió encinta otra vez, ahora de una niña. “La gente en la iglesia tenía su propia vida, aunque mi madre y una señora me ayudaron, ahora sé que sin el apoyo correcto, uno regresa a lo conocido”, aclara Lisa. Su hija también fue dada en adopción.
Lisa volvió a las calles, hasta que Emily Fitchpatrick y Kim Kearn, fundadora y gerente de Fields of Hope, la rescataron. “Ellas creyeron en mi”, cuenta Lisa, quien ahora es mentora de otras chicas como ella, que aunque son restauradas gracias a Dios y a terapias, cuando regresan al mundo exterior, necesitan del soporte clave para poder trabajar y salir adelante.
“Acabamos de contactar y rescatar a una chica de 17 años cuyo anuncio estaba en backpage.com”, dijo Emily Fitchpatrick el día de la inauguración de LoF Center. La fundadora dice que gracias a Dios la mayoría, sino todas las chicas que van a Fields of Hope, tienen éxito en sus vidas. En el programa son guiadas por mentoras que han vivido experiencias parecidas, reciben terapia, además de trabajar confeccionando velas, maquillaje y joyería. Las mujeres reciben el producto de la venta de estos artículos, lo que les da un sentido de valor.
“Una vez vi a una chica que ganó $200 dólares con la venta de sus productos y estaba planchando los billetes. Le pregunté por qué lo hacía. Me dijo que era la primera vez que ganaba dinero sin tener que acostarse para ello”, contó Fitchpatrick aquella noche.
Lisa sabe lo que se siente y por eso puede ayudar a otras chicas que pasaron lo que ella vivió. “En este programa me di cuenta que fui una víctima”, dice. Ahora su vida tiene propósito. “Soy tan diferente. Sé que es Dios. Al entregarme y ayudar a estas chicas, me fortalezco”, admite Lisa.
Aunque su hijo Marcus ya tiene 15 años y su hija Heaven 11, Lisa dice con un tono lleno de fe: “Sé que algún día veré a mis hijos”. Mientras tanto, es una trabajadora en los campos de esperanza.
Recursos:
Hot line para reportar tráfico sexual: 1-888-3737-888
The Life of Freedom Center (LoF) https://www.solmedia.net/lofcenter/
On Eagles Wings Ministry: https://www.oewm.net
Fields of Hope: https://www.hopehousenc.com/fields-of-hope
Para comprar productos hechos en Fields of Hope: https://foh.storenvy.com/
Teen Challenge: https://teenchallengeusa.com/
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