Por Elizabeth Guia Magallanes
Los refranes criollos pertenecen a una tradición española que fue acogida, adaptada y expandida por los diversos pueblos iberoamericanos de acuerdo a sus propias costumbres. Prácticamente cada país desde México hasta la Argentina, incluyendo a nuestros hermanos del Caribe, tiene su colección de refranes y expresiones populares. Con el paso de los años, los intercambios culturales, los viajes y migraciones y más recientemente, con la comunicación globalizada que facilita la Internet, éstos se han ido mezclando, haciendo difícil identificar su origen.
Por ello, en el diálogo que sigue, abundante en esta forma criolla de comunicarnos, no pretendo atribuirlos a ninguna nación en particular sino más bien mostrar la riqueza de esta simpática costumbre que en muchas partes todavía se practica.
Siguiendo el ritual de la mañana de cada sábado, los dos viejos amigos se encontraron en la plaza del pueblo.
- ¿Cómo está don Prudencio?
- Aquí, compadre, como el guarapo, entre fuerte y dulce. ¿Y usted?
- Mal pero acostumbrado, ya usted sabe.
- No, no sé, a ver compadre ¿Qué me lo trae alterado?
- Nada, que quise hacer las paces con mi mujer…
- Mmm, fue por lana y salió trasquilado.
- Exactamente.
- No se desanime, recuerde que Zamora no se ganó en una hora.
- También es verdad que quien siembra vientos cosecha tempestades y yo he sido muy peleón.
- Siga pidiendo perdón que lo que no ha pasado a mediodía, puede pasar por la noche.
- ¿Y si es que ya no me quiere?
- ¿Se lo dijo?
- A buen entendedor, pocas palabras bastan… Y cuando el río suena, piedras trae. Mire que el currutaco de la bodega anda rondándome la casa…
- Ni se preocupe…, ese tipo se las da de bombón y no llega a chicle bomba.
- Mire que yo he visto a mucho novillo que se las da de toro.
- Precavido vale por dos… ¿Usted quiere que yo hable con ella, que interceda por usted?
- Mejor no compadre, muchas manos en la olla ponen el caldo morado.
- Está bien, pero no se descuide, mire que camarón que se duerme, se lo lleva la corriente, y cuando el gato no está, los ratones hacen fiesta.
- Yo no me descuido… Y a grandes males, grandes remedios. Tendré que dejar de beber y ponerme a trabajar en serio.
- Recuerde, compadre, que Dios castiga sin piedra ni palo. Y más vale aprender viejo que morir necio.
- Caramba, don Prudencio, no me llamó perro pero me tiró un hueso.
- No se me ofenda. A confesión de parte, relevo de pruebas. Usted mismo se puso la soga al cuello.
- ¡Y mire que he rezado!
- Pero es que sólo se acuerda de Santa Clara cuando relampaguea.
- Ah no, compadre, de puya en puya me tiene vuelto leña.
- El que a hierro mata no puede morir a sombrerazos. Enfrente su realidad.
- ¿Me va a invitar a comer? Mire que al pobre y al feo todo se le va en deseo.
- No hay mucho que ofrecer.
- Donde hay hambre no hay pan duro.
- Y más vale una comida en paz que dos entre disputas.
- Vamos, que al cabo la muerte es flaca y no ha de poder conmigo.
Los dos amigos se fueron alejando mientras un vendedor de mangos que había oído la conversación decía para sí.
- Cosas veredes que non crederes.